Me hacían llorar, me caía, me lastimaba, me mordían los perros, hacia cosas mal, me castigaban, me iba mal en la escuela, tenía miedo... pero todo se solucionaba cuando venía un amigo a golpearme la puerta y decir, ¿vamos a jugar? Aah, era la puerta al paraíso! Nada era demasiado malo como para no salir corriendo atrás de una aventura nueva, ningún raspón o caída dolía tanto como para sentarme a llorar en el cordón de la vereda... No había nada que una mano amiga no solucionara.
Después de recordar esto, siento que ya no quiero volver a ser niña como hace algunos años, siento que soy feliz con todo lo que soy, con la vida hermosa que estoy formando día a día. A veces estoy bien y a veces no tanto, a veces tengo días terriblemente de mierda, me lastimo, me confundo, y tengo miedos... como todos, en mayor o menor medida. No cambio nada lo que soy, la vida que tengo y el tiempo en el que vivo, pero si deseo con todo el corazón, al igual que de chica, que nunca me falte una voz que me recuerde lo que todos ya sabemos, que todo pasa, que nada es para siempre, que hay que volver a empezar o seguir, simplemente seguir. Ojalá nunca me falte una voz que me diga: no importa lo que pasó, Miki,dame la mano, vamos a jugar otra vez!
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