domingo, 22 de julio de 2012

Y... porque el amor nunca se va.

Puedo decir que he vuelto! Sí, he vuelto!

A paso lento, pero firme, desquebrajada un poco, en una cuerda floja y constante, con algunas cenizas en el pelo, y como mierda sea, volví.

Volví por mil motivos que son obvios, entre ellos, la vida.
La vida que no me espera, por supuesto.

Tuve muchas cosas que replantearme, que pensar, que aceptar. Aún sin compartirlas, aceptar es la cuestión, porque para desgracia mía, a veces nada podemos hacer al respeto, aunque lloremos y pataleemos, hay cosas que no están a nuestro alcance, decisiones firmes que te dejan guardada y empolvada para siempre. He aquí el problema, yo no lo consigo...

Aunque... para consuelo tal vez (y decir consuelo es una forma de querer consolarme sin lograrlo, pero sigamos con la idea, para consuelo mío decía); yo también he dejado marcas y pedasos de lo que he llegado a ser, porque por más que haya querido convencerme de lo que sea hay algo que es obvio, y es lo que vengo diciendo hace tiempo; no se puede olvidar, no es que yo no puedo, nadie puede hacerlo, él a mi no me va a olvidar nunca por más que diga lo contrario, nunca se le van a borrar mis besos, mis momentos, mis lágrimas, mi amor, nunca.

Por eso puedo decir que yo también he dejado marcas, marcas imborrables como cual polilla que se posa en tu vista y la dejas muerta de un palmaso, quedando en tus manos las cenizas de sus alas, las marcas de un crimen cometido, la huella de quien estuvo, quien vivió en tu mirada y murió por ella.


Volví. Volví porque entendí que no puedo olvidar,
y porque no puedo dejar de vivir, aunque sea por pura cobardía.

Volví, volví porque nadie olvida, aunque duela, nadie olvida.

No hay comentarios: