domingo, 3 de junio de 2012

Dispuso de mi vida

Tengo mi propio almanaque, mi último año dividido en dos partes, la buena y la mala, 360 y pico de días reducidos a no más de 30 recuerdos, ellos son los mejores de mi vida, y los peores de ella, todos lo que nunca voy a olvidar.

Para cansancio de algunos y descargo mío, el 90 por ciento de este blog habla de ellos, para no perder la costumbre voy a seguir...

La cosa fue un Domingo como hoy, malisimo hasta en las bisperas, esperando que se hagan las doce en punto para poder tener el coraje de llorar tranquila sin odiarme por ello, era Domingo, es Domingo, día permitido para ser terriblemente feliz, o tirarme en la cama a llorar desconsoladamente, lo intermedio lo dejo para los otros 6 días de la semana. No vale la aclaración, pero aclaro igual que fue en Febrero. Por supuesto que él no estaba, sino no habría forma alguna de que yo llorase, al menos por él.

Bueno, pasaron algunos meses desde 'ese' Domingo en el que, después de haberme secado como un hongo me dispuse a dormir medio día, levantandome ya pasada la hora del almuerzo, por lo que agarré no más que la mochila, la cámara, el mate y me raje sola, como loco malo. Después de caminar un rato llegué donde tenía que llegar, donde quería llegar, el único lugar donde encontraba un poco de paz en esos meses de desquicio permanente, no era 'el' lugar donde hubiera deseado estar exactamente, pero al menos ese lugar me permitia acercarme y consolarme.

Después de buscar y encontrar la mejor piedra, esa piedra, escondida en el Limay, entre dos arboles que hacían una especie de cueva, me senté y lloré. Sí, 'a orillas del río piedra, me senté y lloré' escribió Paulo Cohelo, nada tiene que ver su historia conmigo, pero me senté y lloré... y me acordé de Pablo, por supuesto, motivo real de mi existir en ese preciso lugar, motivo de mis angustias y mis alegrías de los últimos meses.

Lo extrañé tanto, lo pensé tanto, me pensé tanto a su lado, me soñé tanto en sus brazos otra vez, me imagine de mil formas su presencia, su sonrisa a mi lado, sus palabras que siempre quise escuchar, tuve conversaciones conmigo misma y con él también, conversaciones que nunca existieron realmente, porque estaba sola ahí, completamente sola. Imaginando esa charla debida, pero sólo por la libertad de imaginar. Nunca iba a existir, era algo que yo sabía, y aunque en mi alma siempre guarde una mínima esperanza, pasaron otros 3/4 meses más y sigue sin pasar...

Entre los miles de recuerdos, entre las miles de preguntas sin respuestas, entre todos los consuelos con que me llené y entre el termo que me tomé cayó la tarde, y ahí estaba yo, completamente embobada con ese cielo rosado, el sol inmenso y anaranjado, el sonido increíble del agua, el sonido del silencio, del vacío también, mirando mi vida reflejada en ese mar, la cual ya no era la misma ni iba a serlo, y recordé otra vez que no podía compartir ese espacio con él y las lágrimas yo no las pude guardar, y me sentí vacía y seca de nuevo, y todo volvió a ser lo mismo otra vez, -le dije con todo mi corazón que lo amaba demasiado, que volviera, que no me dejara así, que no me deje caer, que me salve por favor- pero no me escucho, nadie me escucho porque la noche hizo que me encontrara más sola de lo que creí estar.

Agarre mis cosas, me sequé las lágrimas, cerré los ojos, respire profundo y me fui de ahí, a vivir esa vida en la que para desgracia mía me dejó un día, sin consideración alguna, sin un poco de respeto, sin un mínimo de amor.


Como quien se vacía un frasco de caramelos y se los come para después cagarlos, tirando el resipiente a la Basura. Reitero, tirando el frasco a la basura, dejándolo vacío en la basura. Cagandose en los caramelos? Es demasiado, es demasiada maldad para una sola persona, y se me fue la delicadeza a la mierda, me retiro que pasa a recojerme el camión de la basura, por diór!

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